Por Dra. Amelia Dorta Quintana
Sin embargo, este cambio conceptual debe traducirse
en un cambio organizacional profundo, que no se limita solo al cambio de
estructuras, sino también transformaciones de conductas, de estilos, de
procedimientos, entre otros. Ante los nuevos desafíos que reclama la sociedad
del conocimiento, las instituciones de educación superior están llamadas a
sufrir transformaciones para que puedan dar respuesta consona a diversos
problemas de orden mundial y nacional, regional y local (UNESCO, 1996).
En tal sentido, en las ciencias administrativas,
los nuevos paradigmas dentro de ese contacto de la transición hacia la sociedad
del conocimiento y la cultura postmoderna, tienden a plantear que la aplicación
de los postulados gerenciales y sus resultados son diferentes de una
organización a otra, y dependen de la comprensión que el gerente hace de los
factores internos y externos de su contexto.
Puede decirse, sin lugar a dudas, que las
corrientes del pensamiento administrativo han desarrollado conceptos
postmodernos sobre el comportamiento de las organizaciones y del papel que debe
jugar el hombre en las mismas y que, además, la mayoría de estas teorías han
considerado que el éxito o fracaso de las organizaciones depende tanto de la
identificación y correspondencia que se produzca entre los intereses y
necesidades de los trabajadores como de las expectativas y objetivos de las
mismas.
Es una tarea inaplazable para las organizaciones,
según Siliceo (1998), retomar los elementos básicos de la naturaleza humana,
entre ellos; sus valores, a partir de los cuales se replantearan las
necesidades, significados y fines de lo humano, dando paso así al bienestar
social del hombre y, por ende, de las organizaciones. Esta reconsideración, reforzara la cultura de
las organizaciones, desde una perspectiva humanizante, donde se propicie y
mantenga las condiciones de la calidad de vida del individuo. Se permite así
desarrollar potencialidad, ahondar en el desarrollo de su personalidad, estilo
de vida, forma de desempeño, compromiso de respuesta positiva, estilos de
dirección, entre otros.
En consecuencia, es sumamente urgente que las universidades
según Yarzábal (1999) “ demuestren con hechos su capacidad de transformación”,
(p. 247). Por otro lado, plantea la necesidad que tienen de identificar sus
debilidades y fortalezas, para así poner en práctica modificaciones en sus
órganos de gobierno que les permita generar políticas de la ejecución de
actividades, tomar decisiones informadas por procesos de investigación
educativa y abrir espacios de participación a la representación del sector
productivo y la sociedad civil.
De acuerdo a Mijares (2001) la Universalidad debe
pasar de una estructura organizada piramidal jerarquizada y segmentada, a una
más plana participativa y ampliamente relacionada, vinculada y
comprometida. Igualmente, los papeles de
sus miembros deben redefinirse: el
profesor que enseña sus conocimientos acumulados, debe ser ahora el motivador
que enseña a aprender. El investigador que busca asépticamente la verdad pura y
objetiva, debe ser ahora sujeto que se comprometa a descubrir con otros, un
camino para lograr los cambios necesarios. El estudiante que ingresa para
sufrir una transformación que lo convierta al egresar en una profesión, debe
ser ahora el sujeto de su propia formación, que se vincula con la universidad
para adquirir las herramientas que le permitan a su vez, entrar al mundo del
aprendizaje constante y la adaptación permanente.
La implementación de estos cambios exige nuevos
modelos de gestión. Ello requiere que las organizaciones exploren otros
enfoques gerenciales, en la búsqueda de excelencia. Es imprescindible un
reencuentro con sus culturas y con la naturaleza real de sus propios
valores. De acuerdo a Rojas y Arapé
(1.999), “para ello es necesario una comunicación profunda y armónica, que
permita el intercambio de pensamientos, emociones, y sentimientos que una a la
organización como un todo” (p.12).
Este cambio debe implicar, la creación de un clima
organizacional que permita al cuerpo docente desarrollar su potencial creativo
y expresar sus ideas en un ambiente de democracia y confianza, un clima abierto
y democrático hace posible el trabajo productivo en función del logro de los
objetivos esenciales tanto de la organización como de sus participantes.
Estos procesos deben ser dirigidos por lideres que
posean cualidades que les permitan entender que deben dirigir la actuación y el
comportamiento de las organizaciones hacia la construcción de sí mismos, de sus
colaboradores, expresado según Cáceres (1.996), en actitudes de compromiso,
solidaridad, lealtad, sentido de pertenencia y satisfacción por el trabajo realizado” (p.33).
No obstante, la conducta de los administradores de
las instituciones educativas parece ser que está influida, en gran medida, por
la combinación de diferentes y múltiples factores que obstaculizan y aun se
enfrentan a las posibilidades de algún cambio en su propio seno. Es evidente que el director como líder, puede
rechazar o promover el ejercicio de cualquier transformación que desee dentro
de la institución que dirige.
En este orden de ideas Gant (1983), en una ponencia
presentada en la Asamblea Anual de la Asociación Americana de Colegios de
Educación en los Estados Unidos de Norteamérica, reflexiono sobre las
cualidades tanto de los lideres efectivos, como de los equipos administrativos
y las organizaciones. Así, el decano es
caracterizado como la clave para la efectividad de una institución de
educación, este no solo debe tener una visión clara y altas expectativas debe,
además, ser capaz de construir un equipo administrativo, actuar de monitor,
suministrar retroinformación y establecer un clima productivo efectivo.
En tal sentido, las organizaciones educativas no
son ajenas a los cambios que se operan en las esferas políticas, económicas y
sociales. Cada día están bajo la presión
de un ambiente complejo determinado por la multiplicidad de factores que
inciden en su propio funcionamiento. Es
así, como las instituciones de formación docente a nivel de Educación Superior,
deben establecer políticas que permitan la realización de un proceso de
evaluación para probar si sus
estructuras y, procesos son adecuados a las presentes circunstancias y si serán
capaces de absorber los eventos del futuro.
La caracterización de este ambiente académico
podría muy bien estar determinado por la permanente interacción entre los
diferentes sectores que conviven en la comunidad universitaria: directivos,
profesores, estudiantes, obreros y empleados.
Los diferentes comportamientos por parte del personal docente
reflejarían su percepción sobre las condiciones de trabajo bajo las cuales se
encuentran, a la vez, indicarían el grado de reacción frente a las decisiones
tomadas por el cuerpo directivo y su misma interacción dialéctica con los otros
sectores, van dando lugar a la creación de un clima institucional de
características muy peculiares.
Las actividades desempeñadas por el sector docente,
por ejemplo, influyen en la dinámica endógena y exógena de la institución; por
consiguiente, su peso como grupo y activo dentro de la misma podría influir, en
cierto grado, el rumbo y la configuración del respectivo ambiente
organizacional.
Al respecto Sáenz y Lorenzo (1993), en su estudio
sobre instituciones universitarias observan ciertas coincidencias en las
situaciones que presentan las instituciones del país, entre estas: existe la
tendencia a organizar coordinaciones por área y asignaturas. Sin embargo, todavía se mantiene, entre los
miembros de los grupos de trabajo, actitudes individualistas, pocos profesores
trabajan juntos o conocen el trabajo de los demás excepto casualmente.
Esta tendencia es apoyada por el criterio de
autonomía de cátedra, poca supervisión sobre lo que se enseña o investiga cada
profesor individualmente. Debido a esto
no es sorprendente que las reuniones del profesorado tiendan a centrarse en
tópicos a veces rutinarios y raramente se tratan efectivamente los problemas
fundamentales de las políticas de la institución.
Los posibles estilos administrativos que usan los
integrantes del cuerpo directivo para dirigir, las actividades que desempeñan
los docentes representan un factor de importancia para determinar el clima
organizacional de la institución de los cuales son responsables. Por
consiguiente, dentro de las organizaciones educativas, el consenso es difícil
de lograr. Es de observar que un
ambiente académico determinado afecta no solamente a los docentes, estudiantes
y administradores; sino también límita las posibles alternativas de crecimiento
de la organización.
En tal sentido, algunos estudios realizados en
universidades por Sáenz y Lorenzo (1993), Fernández (1991), han puesto de
manifiesto que los profesores se quejan de la no existencia de objetivos
comunes y definidos, de la falta de coordinación del profesorado en los planes
de estudios, de la falta de participación en aspectos relativos a la
organización y, además están descontentos con el grado de integración
socioprofesional que la institución le ofrece. Podría decirse que el
profesorado se siente insatisfecho con la organización académica de su centro,
con la falta de objetivos institucionales comunes y critican la carencia de un
proyecto colectivo.
Lo planteado puede tener múltiples causas, según
Esté (1992), la carencia de sistemas de monitoreo para supervisar el
funcionamiento de la Educación Superior, hace que se continúen con las
acostumbradas improvisaciones, junto a una gestión administrativa incoherente,
lo que da lugar a un sistema totalmente desarticulado, tanto en términos
jurídicos, organizativos, como académicos.
En los institutos de formación docente las metas
tienden a ser pluralistas y amorfas.
Esto se evidencia cuando hay un cambio curricular o alguna innovación,
ya que se hace difícil el proceso de implementación, porque los docentes no
trabajan juntos no se comunican los tópicos importantes. El clima resulta superficialmente amigable,
el individualismo hace que exista dispersión en el logro de las políticas
institucionales.
Al examinar la relación de los individuos con las
organizaciones, Argyris (1968) citado por Chiavenato (2004), expresa que la organización altamente
estructurada es una gigantesca trituradora de la personalidad. De acuerdo con él, las organizaciones han
sido creadas para exigir control, cumplimiento y conformidad con normas
estrechamente prescritas.
En el modelo de Argyris, cuando el individuo sano,
psicológicamente maduro, que necesita autonomía y responsabilidad, choca con la
organización que le exige conformidad y cumplimiento, ésta generalmente
permanece firme y el individuo maduro y sano se frustra cada vez más y, por
tanto, recurre a mecanismos de defensa, casi siempre regresando a una conducta
infantil y volviéndose sumiso y dependiente de la dirección de los superiores.
Detrás de esa apatía esconde humillación, y se
muestra hostil, indiferente a su calidad de trabajo y no muestra
responsabilidad. Por otro lado gran parte de las tareas se definen de un modo
que exige el mínimo de las capacidades de un individuo, dejando la
responsabilidad de las decisiones mas importantes en manos del superior. De
este modo se retira todo el sentido
social y psicológico de la tarea de un trabajador, éste se adapta y deja de
considerar el trabajo como un placer y desafío. Esto trae como consecuencia
frustración, conflicto y baja producción.
Aunque en el clima organizacional inciden factores
intangibles, según Chruden y Sherman (1.999), las actitudes de los gerentes y
supervisores hacia la personalidad humana y los métodos que usan para dirigir y
controlar las actividades de los subordinados, son importantes para determinar
el clima del sector de la organización del cual son responsables.
Es así como el estudio de las diferentes
instituciones de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL),
puede revelar que cada una tiene marcadas diferencias de clima o ambiente,
puesto que se compone de todo un conjunto de subculturas, valores y tradiciones
que marcan la conducta y desempeño de sus integrantes. A pesar de inferir que existen diferencias
entre los climas de instituciones que cumplen funciones similares, no es fácil
determinar tales diferencias, ni que aspectos de la organización y personalidad
de sus miembros influyen en los mismos.
De ahí que la investigación realizada
estudió el clima organizacional y la moral del docente de la UPEL-Maracay,
según la percepción de los miembros de la comunidad universitaria.
BIBLIOGRAFIA
Asensio,
I. y Fernández, M. (1991). El Clima en Instituciones de Educación Superior.
Revista Complutense de Educación, Vol 2 Nº 3. Facultad de Educación.
Universidad Complutense de Madrid. España.
Chiavenato,
I. (2004). Introducción a la Teoría General de la Administración.
México:
Mc Graw Hill.
Chruden, H. y Sherman, A. (1999). Administración de Personal. Compañía Editorial Continental, S.A.
México.
Gant,
J.L. (1983). Effective Schools,
Colleges, and Departments of Education: The Dean is the Key. Journal Announcement RIEOCT 83.
Mayer, J.W &
Rowan, E. (1976). Institutionalized Organizations Formal
Structure as Myth and Ceremony. Stanford Center for R &
D in Teaching.
Mayer,
J.W (1975). Notes on the
Structure of Educational Organizations. Occasional Paper Nº 3, California. Stanford University Press.
Miles, M.B.
(1975). Planned Change in
Educational Organizations In. Baldrige,
J.V. & Deal,
T.E. (Eds) Managong change in
educational organizations California. McCutchan.
Nash: M.
(1983). Managing Organizational Performance. San Francisco. Jossey-Bass.
Payne,
R. and Pugh. D. (1976). Organizational
Structure and Climate Dunnette, Marvin, editor. Handbook of Industrial
and Organizational Psychology Chicago. Rand Nc. Nally and Co.
Sáenz, O y
Lorenzo, M (1993). La Satisfacción del Profesorado Universitario.
Universidad de Granada. Monografía Pedagógica. España.
Sieber,
D. (1975). Organizational Influences on Innovative Roles. In Baldrige,
J.V. & Deal, T.E.
(Eds) Managing Changes Educational
Organizations. California: McCutchan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario