20 de marzo de 2020

Formación Personal: ¿Inversión o Gasto?

 Francisco Valdivieso Arcay                                                                            

 Voy a iniciar este artículo diciendo, que como formador de educadores con más de 40 años de ejercicio docente ininterrumpido, responder a la interrogante que es parte del título del mismo, resultaría sumamente fácil. Pero entiendo que, para muchas personas que obtuvieron una profesión o un oficio, y se sumergieron en el mundo laboral de forma estable, posiblemente tendrían que analizar antes de contestarla.

Probablemente le asalte la duda y en lugar de una respuesta le surja una nueva pregunta como esta: ¿Disponerse a realizar una formación, capacitación o adiestramiento será invertir en el futuro o sencillamente malgastar el tiempo y derrochar el dinero?

Sin ánimos de ser presuntuoso, en mi itinerario profesional, he tenido la posibilidad de consustanciarme en profundidad con el mundo educativo desde la perspectiva de alumno y de profesor, así como también desde otras diversas aristas. Asumo, por lo tanto, que tengo cierto grado de idoneidad para dialogar de este tema.

A lo largo de ese ejercicio pedagógico, pero muy especialmente en los últimos años, me he visto muchas veces en la situación de contestar a esta interrogante, y observo con preocupación que cada vez cuesta más persuadir, a las instituciones públicas y a las empresas, que la formación apropiada le generará mayor productividad y mejores beneficios. Es decir, les digo sin cortapisas y sin temor a equivocarme que para mí, todo lo que se relacione con educarse es una inversión.

Pero también me he visto en la necesidad de alertar, que formarse, sin tener en cuenta las configuraciones laborales realistas, y me refiero a invertir en formaciones que no se ajusten a las necesidades del mercado laboral, podría convertirse en un desproporcionado gasto. De allí una primera respuesta equilibrada sería que, gastar en buena formación es una inversión; pero invertir en mala formación es un gasto…

Partiendo de esta apreciación, será sustancial distinguir entre cuales formaciones puedan convertirse en inversión, a diferencia de aquellas que son sólo un gasto. Y cuando decimos gasto, nos referimos no solo el costo monetario sino también al costo temporal.

De lo anterior se desprende, la necesidad de sopesar en consecuencia, que es lo que queremos o que es lo que verdaderamente será de utilidad. Una primera valoración sería determinar que invariablemente una estructura de formación, capacitación o adiestramiento, siempre será positiva si desarrolla la preparación para la competitividad como trabajador.

Visto en este contexto, si lo que se busca es  actualizar y modernizar las concepciones, extender el proceso de aprendizaje o conservar activa la capacidad de cultivarse dentro de su profesión u oficio, definitivamente está en la esfera de una excelente inversión, porque será la mejor forma de proteger la vigencia de sus capacidades y sostener los procesos de evolución del conocimiento que se vaya requiriendo.

Pero si lo que busca es “engrosar” su curriculum vitae sin precisar si la formación seleccionada le habilita para ser mejor y desarrollar su desempeño profesional, o sin verificar el prestigio y seriedad de la organización que ofrece el programa de adiestramiento, o no investiga la cualidad pedagógica y didáctica de los instructores que impartirán, probablemente puede estar transitando en la vía del gasto improductivo.
Pero como soy un educador por vocación, siempre estará en mi ánimo fomentar la idea que la educación es una buena inversión pensando en el presente y el futuro, porque es eternamente rentable, es la única inversión que no se desvaloriza, que no nos pueden gravar, que no le pueden expropiar, por el contrario, es un activo que genera dividendos inmediatos.

Pero, evidentemente es prudente explorar al detalle la calidad y el precio de la oferta formativa para ver si es rentable invertir en ella. Si está pensando iniciar realizar procesos de capacitación y adiestramiento, principie por estudiar las opciones que le brindan las ofertas. Cuando tenga claro la agenda de formación, el equilibrio costo / beneficio, la idoneidad de la organización y el facilitador que la impartirá y la ganancia que esos aprendizajes traerán a su vida profesional y personal, entonces podrá seleccionar la que mejor se adapte a sus metas.

La experiencia propia y de otros participantes podrá ser un factor más al que se puede apelar para elegir con mayor  confianza, pero estimo que no es tan determinante como los elementos mencionados anteriormente.

Dialogar acerca de la rentabilidad de la formación es una trama complicada, en virtud que cuando se trata de acciones que implican la toma de decisiones en el plano económico, porque constituye un serio desafío “predecir”  si el capital utilizado al final pueda ser calificado como inversión productiva.

Son muchos los criterios que pueden esgrimirse para determinar la rentabilidad del dinero empleado y definir si la capacitación que se obtendrá sea considerada como una inversión. En este artículo, hemos tocado tangencialmente algunos pocos detalles, que si bien no pueden avalar o asegurar que la inversión es segura, pueden ayudar a situarse en algunas perspectivas para ubicarse al momento de asumir un opción sobre otra.Cada uno de los criterios presentados aquí, que reitero no son lo suficientemente exhaustivos ni los únicos, pueden tenerse en cuenta y ser examinados en detalle, con el propósito de evitar que malgastemos el dinero en capacitaciones improductivas y en tiempo desperdiciado.

Poner en juego todos los aspectos de naturaleza informativa, que nos ayude a tomar la decisión más acertada es vital, porque elegir bien es el centro medular que marcará la diferencia entre el éxito o la decepción

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